29. Demasiado tarde
Catalina
Me está besando… Gabriel me está besando y yo no puedo hacer más que responderle como si mi vida dependiera de ello.
El beso me sabe a rabia, a soledad, a miedo y a desesperación y entre más fuerte se hace, más crece el nudo que siento en mi garganta y mi cuerpo se enciende como si esto fuera justo lo que había estado esperando.
Su boca aún arde sobre la mía cuando mis sentidos poco a poco regresan de golpe y la realidad de lo que estoy haciendo y con quien llega a mi de repente.
Oh Dios mío… Lo he arruinado.
Me separo de Gabriel de forma brusca, como si me hubiera quemado. Mis labios siguen temblando, mi pecho sube y baja con fuerza, y cierro los ojos con fuerza porque me aterra mirarlo.
—Esto... esto no debería haber pasado —susurro, llevándome los dedos a los labios.
Gabriel no dice nada y el el mismo silencio lo que hae que lentamente empiece a abrir los ojos solo para encontrarme de frente con su mirada.
Solo me observa. Sus ojos oscuros, cargados de preguntas y rabia co