Punto de Vista de Elara Vane
Me sentí tensar. El esfuerzo de Kaelen acababa de ser en vano. A mi padre le desagradaba la gente que no respetaba. ¿Y adivina a quién nunca escucharía? A las personas que le desagradaban.
¡Maldita sea! Acababa de pisar la cola de una Cobra. Enfrentar la ira de sus colmillos era inevitable ahora.
El saludo de Don Diego fue rígido y reacio.
—Beta.
El título salió de su lengua como si fuera algo amargo. Asintió una vez, como si Kaelen no valiera más que una mirada, antes de volver a centrar su mirada en mí.
—No me has respondido —gruñó.
Su tono había cambiado. Ahora era más tranquilo, más frío. Hizo que mis rodillas quisieran fallar.
—¿Por qué me desobedeciste?
Mi lengua estaba pegada al paladar, y mi mente buscaba algo, cualquier cosa, que decir.
—Yo... yo solo estaba...
Cora golpeó sus uñas entre sí, su boca se crispó de alegría, como si su día no pudiera haber salido mejor.
Y luego, en el verdadero estilo de Cora, soltó la bomba nuclear.
—Est