Punto de Vista de Elara
Para cuando terminé, me sentí como una persona completamente nueva. No más olor a basura. No más inmundicia. Solo yo, Elara, envuelta en el familiar consuelo de mi toalla. Salí del baño y entré en mi habitación, suspirando aliviada.
—Finalmente.
Me acerqué al espejo, ladeando la cabeza para revisar mi bufanda. El vendaje debajo se mantenía firme. Bueno, bien. Cambié la bufanda y apreté la tela alrededor de mi cuello, asegurándome de que no fuera visible ningún rastro de la marca.
Había sido un día largo y agotador, y ahora, con el cabello aún húmedo y el suave resplandor de las bombillas, estaba más que lista para desplomarme en la cama.
Pero mientras me deslizaba bajo las sábanas, mi mente divagó hacia la parte más inesperada de mi noche.
Luis Miguel y su pandilla.
Sonreí para mí misma. —¿Qué demonios les había pasado?
Durante años, no habían sido más que un dolor colectivo en mi existencia: burlándose de mí, mofándose de mí, haciendo mi vida diez veces más di