Tras resolver varios asuntos legales y financieros, mi amigo se ofrece a llevarnos a mi casa. Al bajar del auto le pido a Oliver que nos acompañe a cenar, pero se niega aduciendo que Verónica y yo necesitamos espacio para dialogar.
─No sé si quiera hablar con ella hoy ─advierto en lo que me froto la nuca y me inclino hacia la ventana.
─Para mañana es tarde ─estrecha mi mano derecha. ─ Ya sabes, si me necesitas no dudes en llamarme.
─Gracias, Oliver.
─ ¡Ricardo! ─escucho a Verónica llamarme desde la recepción del edificio.
─Ya me voy, tu chica está histérica ─comenta Oliver.
[…]
Sigo sin poder dormir, doy vueltas de un lado a otro. Las luces están apagadas pero por el balcón entra a raudales el resplandor de la luna y del faro de la calle.
Miro el reloj y es media noche, ¿cuándo voy a dormir? Me remuevo sobre el colchón pero ninguna posición es cómoda. Siento el pórtico rechinar y me giro asustado, entonces la veo de pie sobre la rendija de la puerta; sus pies e