Ricardo.
Despierto empapado en sudor, sorprendentemente me hallo apretando el edredón que reviste el colchón y con cierto desconcierto lo libero. La pequeña habitación permanece en un silencio que anega mi cerebro.
«Verónica» ─me reclamo angustiado.
Salto de la cama y enciendo las luces, fuera corre una ola de frío que revolotea las plantas y persianas.
─Y viviremos felices por si... ─sisea alguien tras la puerta.
─ ¡Epa! ─escucho ruiditos energéticos ─. Fiorella, anda con cuidado no vaya ser que termines partiéndote la cara.
─ ¿Y bien? ─las encuentro a pocos metros de la entrada, Verónica sosteniendo a Fiorella que supongo está ebria.
─ ¡Deus! ─escupe mi chica tirando a la joven sobre uno de los sofás mientras se adentran a la cabaña ─. Qué pesada es, se ha tomado media botella de vino ella sola. No siento las piernas.
─Mierda ─digo.
Aprovecho que ambas han entrado para cerrar la puerta.
─ ¿Has manejado con tragos encima?
─De dos cervezas no pasé ─explica.
Miro a la chica ebria, Veró