Después de una deliciosa ducha calentita organizo parte de mi ropa en algún estrecho espacio del armario, luego limpio la alcoba y por último preparo una exquisita cena para dos.
─Ricardo ─entro al despacho, sigue sumido trabajando hasta que cierro el ordenador y se percata de mi presencia ─, la cena está lista.
─Huele bien, ¿preparaste pollo? ─agarra mis caderas con fines inocentes de posarme en su regazo, sus dedos trazan una excitante hilera de caricias en mi espalda.
─Pastas en salsa de carne.
─Rico ─rodea mi cuello con sus manos y me besa suavemente hasta dejarme sin aliento ─. Los labios te saben a salsa.
─Quedó exquisita.
─Verónica ─susurra contra mi boca ─. Te amo.
─Yo te amo más ─muerdo su labio inferior.
En silencio nos separamos, él sale del despacho y yo me quedo sentada viendo la pantalla del ordenador, hay cientos de números y cifras en una estadística, varios conceptos y una serie de resultados.
Al levantarme del sillón un buzón entra al email de Ricardo, reviso la bande