—¿A que te refieres Laura? —preguntó Marta con voz nerviosa.

—No sé, es que te siento diferente. Pensé que te gustaba escucharme.

Marta respiró profundo, ahora entendía el porqué de su pregunta. Aunque ni tenía una respuesta para ello, al momento, decidió decirle una media verdad.

—Es que antes, yo no conocía a Marcos.

—¿Y eso en que cambia nuestra amistad? —preguntó con curiosidad.

—No cambia nuestra amistad. Pero me pone en una situación incómoda. Marcos y tú, ahora son mis amigos. Además no se me hace bien quien que comáis frente al hambriento —bromeó saliéndose con astucia de aquella pregunta.

Laura soltó una carcajada.

—Tienes toda la razón. He sido una villana al querer contarte sobre lo nuestro cuando tú has tenido que aguantarte las ganas de follar con Ignacio.

—Exactamente, tía. Que ya estoy que me compro un dildo para masajearme yo misma.

Marta tomó una galleta y la devoró en un segundo, como si deseara callarse ella misma a la fuerza. Una respuesta impensada la puso e