Mercedes la observó con curiosidad.
—Conocí a un hombre muy apuesto e inteligente —afirmó mientras sujetaba la tarjeta en su mano—. Tal vez lo llame o vaya a verlo.
La sirvienta abrió los ojos con asombro. Nunca había visto a su patrona tan decidida a algo. Mucho menos a relacionarse con ningún hombre que no fuese su esposo.
—¿Va a verlo? —preguntó con curiosidad.
—Sí. Y si tengo que hacerle creer a Marcos que también puedo encontrar a alguien más, lo haré.
—Tenga cuidado, señora Laura. No vaya a salir usted lastimada en todo esto.
—Daniel Arboleda es un psicólogo. Quizás con su ayuda pueda superar todo esto —respondió entonces con voz temblorosa.
—¿Y si se enamora del psicólogo? —preguntó Mercedes con preocupación.
Laura levantó la cabeza, y con una mirada fría pero triste, contestó a su pregunta:
—Entonces, por primera vez, no sería una traición.
La puerta principal se abrió en ese instante, el sonido de las llaves y los pasos firmes anunciaron la llegada de Marcos.
—¡El señor