Capítulo 33. El destino conspira

Así pasó aproximadamente una hora, Belina se quedó dormida, aún sentía tanto cansancio y dolor, que ni siquiera se preocupó por nada más, Flaviana estaba con ella y eso surtió el efecto de tranquilizarla, porque se quedó dormida.

El médico de la clínica de los Ferrari llegó en helicóptero, revisó a Belina y se dio cuenta de que la herida de bala había tenido orificio de entrada, pero no de salida.

—Debemos llevarla al hospital, lo siento señor Ferrari, pero aquí las condiciones no están dadas para operarla, no tengo los instrumentos necesarios —expresó el médico con una mezcla de temor y preocupación.

—Doctor, no podemos ir al hospital, la vida de la señora Belina corre peligro, de hecho, no podemos salir de aquí… diga lo que necesita y se lo buscaré, pero no puedo arriesgar la vida de la señora ¿Entiende eso? Salir de aquí puede ser ejecutar su sentencia de muerte —explicó Sebastián y al doctor no le quedó otra alternativa, sino asentir.

—Está bien, por supuesto que lo entiendo, voy
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