Capítulo 7.
Evelyn.
La enfermera rodea mi camilla, en lo que cubro mi brazo en donde se aseguró el vendaje que me rodea el torso. El dolor fue eliminado y el sedante que me comienza a volver más pesado el cuerpo.
—Necesitamos hacerle unas preguntas— dice uno de los dos hombres que entran a la habitación con cara de pesar al verme.
—Lo lamento, sargento—, le dice la enfermera—. Pero es algo que debe esperar. La paciente acaba de recibir un sedante y no puede recibir este tipo de estrés. Merece descansar.
—Serán rápidas y solo por protocolo—, contradice insistente. La enferma abre la boca para replicar, pero levanto la mano indicando que está bien. Sé cómo funciona un sedante y estoy al tanto de que puedo resistir los efectos durante algunos minutos.
Los dos hombres se separan, uno se acerca y el otro estudia el sitio como si esperara algo de mí. Limpio mi nariz ante el picor, tomando aire.
—¿Nombre completo? —pregunta el primero, sin siquiera mirarme a los ojos, como si estuviera