Capítulo 42.
Logan
«¡Medusa quiere tu cabeza!»
La frase me arranca de golpe del letargo, como un balde de agua helada en la nuca. Mis ojos se abren, pero la vista se nubla un instante, atrapada entre el odio de estar desorientado y el mareo que me acecha como un depredador que quiere obligarme a aceptar que soy presa.
Pero no lo soy.
Fuerzo los músculos hasta ponerme de pie; duelen como si hubieran pasado por un torno, pero la respiración se libera cuando logro sentarme y dejar que el ardor en la espalda se disuelva poco a poco.
La celda es una extensión de lo que tengo por dentro, un peso que cargo a cada paso que me fuerzo a dar para quitar la tensión, junto con la rabia que me corroe hasta el hueso.
Debí haberlo visto venir. Ese alias… Medusa. Era un mito disfrazado de broma. Una historia que todos niegan porque nadie ha vivido para contarla y testigos no han habido para respaldarla. Y, sin embargo, ahora cobra sentido, odiando que sea ese tono gris verdoso en forma de pupilas el que aparece en