Capítulo 14
Sofía había encontrado un extraño remanso de paz en aquel pequeño pueblo costero al que la había llevado su prima. Estaba lejos del bullicio, de los susurros maliciosos y los titulares que la ridiculizaban delante de todo el mundo. Ahí sin pensar en nada lograba respirar, aunque fuera con dificultad. El sol salía cada mañana, el mar rompía contra las rocas como un ritual constante, y la vida parecía, al menos superficialmente, menos cruel. Sin embargo, su corazón seguía arrastrando las cadenas pesadas del pasado, pero poco a poco iría soltando esa carga.
Esa tarde, mientras veía el atardecer desde su ventana, su abogado, el que contrató su hermano la llamó. Ella pensó que era una actualización de los papeles del divorcio, dónde quizá necesitaban una firma más o alguna confirmación de algo. No obstante, en esta ocasión era otra herida en el alma lo que iba a recibir. Una herida que ya parecía no tener espacio para más cicatrice.
— ¿Está usted seguro de lo que está diciendo?