Piero volvió al país y se dirigió a su mansión en Buenos Aires.
La niñera se incorporó a su trabajo, se tenía que cubrir de paciencia, porque la niña quería a toda costa ir a la casa de Mora y él señor no le había dado permiso.
Cuándo estaba acomodando la ropa de Camila, vio un montón de disfraces de adultos.
-Son para Mora y Sofía, los de príncipes son para mi papá, para que haga juego con los de Mora.
Esa niñera no conocía a Mora y no entendía tal obsesión, pero se abstuvo de decir algo, en algún momento lo iba a hablar con el padre, para que la chiquita hiciera terapia.
Tampoco sabía que esa misma obsesión tenía su padre.
Bruno se acercó a la oficina de Piero, hacía tres días que trabajaba contra reloj, porque suponía que volverían a viajar, él quería hacerlo para ver a Sofía y concretar de una vez por todo.
-Vamos a almorzar y me contás las novedades.
Su primo sonrió pensando que lo que tenía para decirle no lo iba a hacer en un lugar público, pero como tenía hambre, decidió almor