Alina
Me despierto de un sobresalto, con la respiración entrecortada, el cuerpo temblando. La oscuridad de la habitación me golpea como un puñetazo, opresiva, asfixiante. El miedo me aprieta, me envuelve, me vuelve vulnerable. Mis pensamientos son confusos, enredados por el eco de su voz. Ahora eres mía. Sus palabras martillean mis sienes, resuenan en cada fibra de mi ser.
Llevo una mano temblorosa a mi garganta, sintiendo aún el calor de su aliento contra mi piel. Damon. Esa bestia seductora, ese depredador implacable. Sus ojos negros me persiguen. Me ha salvado, sí. Pero, ¿de qué, y a qué precio?
Me incorporo, los músculos adoloridos protestando ante el más mínimo movimiento. Mi vestido, desgarrado, deja una parte de mi piel al aire. Una quemadura en mi hombro recuerda el roce de sus garras. Me estremezco al recordarlo, una calidez y un terror que se mezclan de manera extraña en mí. No puedo permitirle tener ese poder sobre mí. No ahora.
Me levanto, mis pies descalzos encuentran el suelo frío. La habitación es inmensa, angustiante, decorada con una opulencia glacial. Las paredes oscuras, los cuadros macabros de cazadores y bestias desolladas, todo aquí me aplasta bajo su peso. Y, sin embargo, él me mantiene prisionera en esta jaula dorada.
Un ruido en el pasillo me paraliza. Un chirrido de puerta, como una advertencia. Mi corazón se detiene un latido, mis músculos se tensan. Me echo atrás instintivamente, buscando una salida, un medio para escapar, pero sé que él ya está ahí.
La puerta se abre. Damon.
Entra lentamente, su mirada penetrante imponiéndose sobre mí. Pecho desnudo, la parte inferior de los pantalones negros cayendo lo justo para sugerir lo que podría hacerme, su cuerpo esculpido por años de dominio y violencia. No necesita decir una palabra. Desprende una aura implacable, amenazante, que me hace retroceder instintivamente.
— Estás despierta, dice con una voz ronca, ya rozándome con su presencia imponente.
Me incorporo, un temblor de desafío cruzando mis venas.
— Quiero irme.
Soy débil, lo sé, pero mi voz es más firme de lo que me siento. Su sonrisa es helada, cruel. Sus ojos, abismos negros, me miran con una intensidad que sabe perturbadora. Un depredador que saborea a su presa antes de someterla.
— No.
Lo desafío con la mirada, un destello de independencia luchando contra el miedo que me devora.
— No puedes mantenerme aquí.
Se acerca, lentamente, su paso resonando en la habitación como una cuenta atrás hacia mi derrota.
— Mira a tu alrededor, pequeña loba. ¿De verdad crees que tienes elección?
Ahora está frente a mí, su cuerpo invadiendo el mío, una sombra en movimiento que eclipsa todo. El olor de su perfume, sándalo y cuero, me envuelve, me embriaga y me aterra. Mi corazón late desbocado, pero él sabe que estoy luchando, que aún no ha ganado. No completamente.
— ¿Por qué yo? pregunto, un escalofrío recorriendo mis labios. Mi voz tiembla, pero hago todo lo posible por mantenerla estable.
Rozando mi mandíbula con sus dedos helados, me paralizo. Un escalofrío de incomodidad, o ¿es deseo?, me invade. Aprieto los dientes.
— Porque eres mía.
Cierro los ojos, una oleada de calor invadiéndome a pesar de mí misma. Intento rechazar esa sensación, pero se infiltra, incontrolable.
— No soy tuya.
Su risa es un sonido metálico chocando contra el suelo, duro y cruel. Me observa como a una presa que aún no sabe que ha perdido.
— Ya lo eres, Alina. Lo sientes, ¿verdad? Ese lazo... ese calor... esa quemadura en tus venas, en tu vientre?
Sus labios rozan mi cuello, y un escalofrío incontrolable escapa de mí. Sabe que soy vulnerable, y disfruta de ello. Un instante de debilidad, un suspiro robado, un escalofrío – lucho, pero él no tiene piedad.
— Sientes la llamada. No puedes escapar de ello.
Intento empujarlo, pero mis brazos son débiles. No tengo la fuerza para luchar contra él. Atrapa mis muñecas con un movimiento tan rápido que me impide reaccionar. Me empuja contra la pared, su cuerpo imponente, su aliento caliente deslizándose sobre mi piel.
— Para. No soy tuya para dominar.
— ¿De verdad quieres que pare? murmura contra mi piel, su voz temblando de un deseo incontrolable.
Y ahí está, el golpe mortal. El deseo se enciende, de una manera que no puedo reprimir. Mi cuerpo tiembla, mis piernas flaquean. Lo odio, y lo deseo. Estoy desgarrada entre la furia de la sumisión y la rebelión. No debo ceder.
— No es real, susurro. Solo es un lazo…
Ríe, una risa que resuena en la habitación, en mi cabeza y en mi corazón. Ya sabe que es demasiado tarde.
— Quizás. Pero no puedes escapar de ello.
Sus labios rozan mi oído, sus colmillos acarician la piel, y estoy atrapada en su dominio. La calidez sube en mí, incontrolable. Me ha marcado, y lo sabe. Un gemido escapa de mis labios.
— Te romperé, Alina.
Mis ojos se hunden en los suyos. El miedo se mezcla con el deseo, un torbellino del que ya no puedo escapar.
— ¿Por qué?
La expresión de Damon se oscurece. Un destello rojo, fugaz, brilla en sus ojos.
— Porque naciste para pertenecerme.
Retrocede de sopetón, como un león soltando a su presa. Me tambaleo, la respiración entrecortada, mi corazón latiendo a mil por hora.
— Prepárate. Mañana comenzaremos tu entrenamiento.
— ¿Entrenamiento? digo, mi voz un susurro desesperado.
Él gira lentamente la cabeza, una sonrisa helada en los labios.
— Para sobrevivir aquí, debes ser fuerte. Aprenderás a defenderte… y a satisfacerme.
Un escalofrío me atraviesa. El miedo me paraliza, pero me niego a ser lo que él quiere que sea.
— Nunca haré eso.
Su risa resuena, cruel, penetrante.
— Oh, lo harás. Porque pronto, pequeña loba, ya no tendrás elección.
La puerta se cierra de golpe tras él. Estoy sola, pero no por mucho tiempo. El lazo se estrecha a mi alrededor.
No tengo elección.
AlinaLa puerta se cierra violentamente, y la voz de Damon estalla a través de la madera, llena de amenaza y control.— Levántate.Gimo, el miedo y la ira mezclándose en mi estómago. Mi lobo interior tiembla, nervioso, como si estuviera atrapado. Estoy atrapada en esta mansión, bajo su control. Y sin embargo, una parte de mí grita que huya.— No soy una esclava. Susurro, pero sé que mi voz no tiene nada de convincente.Otro golpe retumba. Esta vez, la madera de la puerta tiembla bajo la violencia de su puño. La amenaza es clara, nítida. Si no me muevo, vendrá a buscarme.Me enderezo lentamente. Mi cuerpo protesta, mis músculos adoloridos, pero no tengo opción. Debo someterme, o vendrá, me romperá aún más.Cruzo la distancia hasta la puerta, la abro brutalmente. Damon está allí, apoyado en el marco, con una mirada salvaje, dominante, sus brazos cruzados sobre su torso desnudo. Su presencia es abrumadora, su silueta esculpida en la sombra.Sigo vestida con el vestido rasgado de la noche
AlinaPor la mañana, la luz helada del día se filtra a través de las amplias ventanas de la mansión, infiltrándose en la habitación como una brisa cortante. Estoy acostada en la cama, agotada, cada músculo de mi cuerpo me recuerda el entrenamiento de la noche anterior. El dolor aún es intenso, pero solo añade a la extraña emoción que burbujea en mí. Cada combate, cada caída, cada contacto brutal con Damon, todo me ha dejado sin aliento, mi cuerpo en llamas, pero mi mente atormentada.¿Por qué esta atracción? ¿Por qué esta desgarradora sensación con cada movimiento de Damon, cada orden que me lanza, cada abrazo violento? Debería odiarlo. En lugar de eso, una parte de mí quiere más.Un golpe seco en la puerta me saca de mis pensamientos.— Alina. Baja. Ahora.Su voz, fría y autoritaria, me golpea como un látigo. No espera. Exige.Aprieto los dientes, mis muñecas aún duelen por las llaves de la noche anterior. Una parte de mí, con un sabor a rebeldía en la garganta, me grita que le desob
DamonLa noche es espesa, silenciosa, pero mi mente está en ebullición. Alina duerme pacíficamente en la cama a mi lado, su respiración regular calmando temporalmente la rabia que ruge en mis venas. Sin embargo, incluso en su sueño, me atrae irresistiblemente. Su olor dulce llena el aire, y mi lobo lucha por no ceder al instinto.AlinaEl silencio de la mansión es opresivo. Solo el crepitar discreto del fuego en la chimenea y el sonido de mis pasos resuenan en el largo pasillo de piedra. Las palabras de Viktor giran en mi mente: "Si no la marcas, alguien más lo hará."Un escalofrío recorre mi espalda. Odio la idea de ser vista como una presa. Una ómega se supone que debe ser sumisa, obediente, destinada a doblegarse al capricho de un alfa. Pero no soy una ómega ordinaria.Me detengo frente a una gran puerta de madera maciza. Detrás, puedo sentir la presencia de Damon. Su aura oscura y poderosa late a través de la madera, una fuerza magnética que atrae y asusta al mismo tiempo.La abro
AlinaMe despierto de un sobresalto, el corazón latiendo a mil por hora. La oscuridad de la habitación me envuelve, y la frescura de la noche resbala sobre mi piel desnuda. Damon ya no está. Lo siento incluso antes de comprobarlo. Su olor almizclado, esa mezcla de pino y cuero, aún está presente en el aire, pero su ausencia es una evidencia.Me siento lentamente en la cama, pasando una mano por mi cabello desordenado. Mi corazón todavía late demasiado rápido, una ansiedad sorda comprimiendo mi pecho. Damon se ha ido. Pero, ¿por qué?El mansión está en silencio, apenas perturbado por el sonido del viento que silba contra las ventanas. Una brisa fría se desliza por debajo de la puerta de la habitación, levantando un escalofrío a lo largo de mi columna vertebral.Me levanto, enrollando una manta alrededor de mis hombros, y me acerco a la puerta. Mi pie descalzo roza la alfombra de seda, y el eco de mis pasos resuena en el pasillo vacío.Un retumbo sordo sube desde la planta baja. Instint
AlinaEl sol apenas ha salido cuando me despierto, el corazón pesado. La noche ha sido agitada, y a pesar del calor de la cama, el frío se ha infiltrado en mí, dejándome una impresión de vacío. Damon no está aquí. Una vez más.Paso una mano por mi cabello desordenado y me incorporo lentamente. La manta se desliza sobre mi piel desnuda, y un escalofrío me recorre. Mi cuerpo aún lleva la marca invisible de su presencia: el calor de sus manos sobre mi piel, la presión de su aliento contra mi cuello, el profundo rugido de su lobo resonando en mi pecho.Me levanto, vistiéndome con un fino albornoz de seda, y me acerco a la ventana. El jardín de la mansión está sumido en una ligera niebla, el sol luchando por atravesar el velo gris. El aire es frío, mordaz.Mi mirada se posa en Damon, afuera. Con el torso desnudo, en pantalones de combate negros, está entrenando en el patio. Sus músculos se mueven bajo su piel mientras golpea un saco de arena colgado de una viga. Su respiración es regular,
DamonEstoy en mi oficina, sentado detrás del gran escritorio de caoba, con las manos juntas bajo mi mentón. El silencio de la habitación es casi ensordecedor, únicamente perturbado por el tictac regular del reloj colgado en la pared. Mi mirada está fija en el expediente abierto frente a mí: fotos, informes, nombres. Enemigos. Amenazas potenciales.Debería concentrarme. Hay asuntos que resolver, alianzas que proteger, territorios que defender. Pero mi mente está en otro lugar. Atrapada en el recuerdo del sabor de los labios de Alina, del escalofrío de su piel bajo mis manos, del calor de su aliento contra mi garganta.Gruño, cerrando el expediente con un gesto brusco. Una sombra pasa frente a la puerta. Un golpe discreto resuena.— Entra.La puerta se abre y aparece Caël, con su expresión severa. Se mantiene erguido, como siempre, su mirada metálica sondeando la habitación antes de posar sus ojos en mí.— Tenemos un problema, dice con un tono neutro.Me levanto lentamente.— ¿Cuál?—
Capítulo 1 – La PresaAlinaEl bosque parece querer tragarme por completo. Cada paso es una agonía; mis pies desnudos se cortan en las piedras, mis piernas golpeadas ceden bajo la fatiga. El aire helado se infiltra bajo mi vestido desgarrado, mordiendo mi piel en llamas. No soy más que un animal acorralado, jadeante, desesperado.Corro hacia una frontera invisible, una última esperanza ilusoria. El viento azota mis mejillas empapadas de lágrimas y sudor. Cada respiración es un gemido. Mis fuerzas me abandonan, una a una.Detrás de mí, se acercan. Sombras. Lobos. Mi propia manada, convertida en manada de caza.A sus ojos, no soy más que una ofrenda sacrificial. Un trozo de carne débil, abandonado a la crueldad de aquel a quien todos temen.Damon.Su nombre resuena en mi cabeza como un látigo.Un alfa implacable, más bestia que lobo, que ha forjado un imperio en el miedo y la sangre. Se dice que se alimenta de la debilidad, que la devora y escupe lo que no es digno de él. Y ahora, soy y
AlinaEl barro se adhiere a mi piel, helado, mientras Damon me observa, de pie, impasible, como si decidiera si me va a matar o a mantener.Cada latido de mi corazón es una súplica silenciosa. Mi respiración es entrecortada, mis miembros tiemblan, todo en mí grita debilidad.Y él, se regodea en eso.— Levántate, ordena de nuevo, su voz áspera desgarrando la noche como un látigo.Intento ponerme de pie. Mis brazos flaquean. Mis rodillas se hunden en la tierra empapada. Soy ridícula. Miserable. Y sé que es lo que quiere. Que quiere verme luchar en vano contra mi propia impotencia.Un gruñido frustrado ruge en su pecho. En dos zancadas, está sobre mí, asiéndome sin piedad del cabello, arrancándome un grito ahogado.Tira, forzando mi rostro hacia el suyo, tan cerca que puedo ver la chispa de desprecio danzar en sus ojos de fiera.— Ni siquiera tienes la dignidad de mantenerte erguida, susurra en mi oído. No eres nada. Menos que una loba. Menos que una perra.Sus palabras me desgarran por