Damon
Ella me desafía.
Incluso allí, frágil, agotada, al borde del colapso, ella me desafía.Esa chispa de rebeldía en sus ojos me consume con un deseo crudo.
La mayoría de los seres se derrumban ante la primera mordida. Ella no. Ella se rebela, por dentro, aunque su cuerpo ya traiciona sus límites.La llevo de regreso a mi dominio con un paso firme, atravesando el bosque como un espectro negro. Alina pesa poco en mis brazos, su aliento ligero rozando mi garganta. Pero esa fragilidad no es más que una ilusión. Lo sé. Lo he visto.
Mis hombres, ocultos en las sombras de los árboles, se congelan a mi paso. Ninguno se mueve. Ninguno se atreve a cruzar mi mirada. Saben mejor que nadie que cuando estoy en este estado – excitado, hambriento, peligroso – es mejor mantenerse alejado.
Las grandes rejas de hierro forjado chirrían en un susurro siniestro a mi acercamiento.
Mi dominio. Mi santuario. Mi trampa.Una mansión colosal surge en el corazón del bosque, sus piedras oscuras rezumando austeridad, las grandes ventanas cubiertas de vidrio negro reflejando la palidez de la luna. Aquí es donde ella aprenderá. Aquí es donde la moldearé.
Elías me espera en la cima de los escalones, su mirada penetrante deslizándose inmediatamente sobre Alina.
Su frente se frunce, pero permanece en silencio hasta que paso delante de él.— Entonces, ¿es ella? – dice en un tono neutro.
No respondo. Subo las escaleras, Alina aún acurrucada contra mí, tan vulnerable como una paloma en la boca de un lobo.
— ¿Estás seguro de que es una buena idea? – insiste Elías, su voz baja rozando la noche. Ella es demasiado frágil. Demasiado pura para lo que te has convertido.
Me detengo. Me giro lentamente hacia él, mi mirada atravesándolo como una hoja fría.
— Ella sobrevivirá – digo con una voz glacial.
Elías me mira, impasible, pero sabe que discutir sería inútil.
Empujo la puerta de un empujón y entro en mis cuartos. Alina gime débilmente cuando la dejo sobre la inmensa cama, sus dedos aferrándose inconscientemente a mi chaqueta. Siento su cuerpo luchar incluso en la inconsciencia. Como si ya supiera lo que le espera.Permanezco un momento observándola, con Elías en silencio detrás de mí.
Su vestido desgarrado revela la suavidad de su piel. Una pureza intacta.
Marcas rojas adornan sus brazos, recuerdos de nuestra cacería en el bosque. Una mezcla de culpa y orgullo me invade.— Si ella muere – murmura Elías detrás de mí – será una pérdida innecesaria.
Me inclino sobre ella, apartando suavemente un mechón de su cabello, rozando con la punta de mis dedos la curva delicada de su mejilla.
Ella tiembla. Incluso inconsciente, ya me responde.
— No morirá – digo suavemente. – No lo permitiré.
Elías suspira pesadamente y luego sale de la habitación sin más palabras.
Quedo solo con ella.
Mi presa. Mi futuro.Me siento lentamente al borde de la cama, observando el ascenso y descenso rápido de su pecho. Su rostro es una obra de arte cruel: inocencia mezclada con una belleza devastadora.
Rozo su cuello con la punta de la uña, trazando la línea sensible de su garganta hasta su clavícula.Ella gime. Un sonido débil, quejumbroso.
De repente, sus ojos se abren.
Dorado. Inmenso.
Aterrorizados.Ella retrocede de inmediato, presionándose contra la cabecera de la cama como un animal atrapado.
— No… no me toques – susurra, con la voz temblorosa.
Una sonrisa se dibuja lentamente en mis labios.
— Es un poco tarde para eso, pequeña loba.
Ella aprieta las sábanas entre sus dedos, su mirada lanzando rayos a pesar de su miedo.
— ¡Suéltame! – escupe, su voz fracturada por la pánico.
Me río suavemente, un sonido grave que ruge en mi garganta.
Me inclino, colocando mis rodillas a cada lado de sus caderas, encerrándola debajo de mí sin siquiera tocarla.
Lo suficientemente cerca para que sienta el calor de mi cuerpo, lo suficientemente lejos para que se consuma en esta proximidad sin poder escapar nunca.— Te he salvado – susurro cerca de su oído.
Mi aliento acaricia la base de su nuca, y ella tiembla.— Ahora eres mía.
— ¡No soy tuya!
Sus ojos brillan con lágrimas. Pero no solo de miedo.
Siento esa tensión eléctrica entre nosotros. Ese escalofrío prohibido.Inclino la cabeza, mi nariz rozando su sien, inhalando profundamente su olor a tierra, bosque y sangre caliente.
— ¿De verdad?
Bajo lentamente mi mano por su brazo desnudo.
Cada roce es una promesa. Cada contacto, un recordatorio de su impotencia.— Si fueras libre, me habrías arañado, golpeado, gritado, ¿no es así?
Sonrío más ampliamente al sentir su respiración entrecortada, su corazón retumbando contra su pecho.
— Sin embargo, sigues aquí. Tiemblas... pero no huyes.
Sus dedos temblorosos se posan sobre mi pecho en un intento patético de empujarme.
Agarro su muñeca, suavemente, con firmeza.
— No te forzaré – murmuro con voz sedosa.
No lo necesito. Tu cuerpo vendrá a mí. Voluntariamente. Irremediablemente.Ella sacude la cabeza, un sollozo silencioso sacudiendo sus hombros.
La suelto, levantándome lentamente, sin apartar la mirada de ella.
Ella se desploma contra las almohadas, sus miembros rígidos por el miedo y por esa otra emoción que no se atreve a nombrar.
Me levanto sin prisa, dirigiéndome hacia la puerta.
Su voz, débil, me llega en un susurro.
— ¿Por qué… por qué haces esto?
Me doy la vuelta, mi mirada ardiendo de posesividad.
— Porque naciste para pertenecerme.
Sonrío lentamente, terriblemente.
— Y mañana… comenzaré a demostrarte por qué.
Cierro la puerta tras de mí, dejando su olor, su escalofrío y la promesa de su capitulación impregnados en el aire pesado de mi habitación.
El juego ha comenzado.
Y no voy a perder.
AlinaMe despierto de un sobresalto, con la respiración entrecortada, el cuerpo temblando. La oscuridad de la habitación me golpea como un puñetazo, opresiva, asfixiante. El miedo me aprieta, me envuelve, me vuelve vulnerable. Mis pensamientos son confusos, enredados por el eco de su voz. Ahora eres mía. Sus palabras martillean mis sienes, resuenan en cada fibra de mi ser.Llevo una mano temblorosa a mi garganta, sintiendo aún el calor de su aliento contra mi piel. Damon. Esa bestia seductora, ese depredador implacable. Sus ojos negros me persiguen. Me ha salvado, sí. Pero, ¿de qué, y a qué precio?Me incorporo, los músculos adoloridos protestando ante el más mínimo movimiento. Mi vestido, desgarrado, deja una parte de mi piel al aire. Una quemadura en mi hombro recuerda el roce de sus garras. Me estremezco al recordarlo, una calidez y un terror que se mezclan de manera extraña en mí. No puedo permitirle tener ese poder sobre mí. No ahora.Me levanto, mis pies descalzos encuentran el
AlinaLa puerta se cierra violentamente, y la voz de Damon estalla a través de la madera, llena de amenaza y control.— Levántate.Gimo, el miedo y la ira mezclándose en mi estómago. Mi lobo interior tiembla, nervioso, como si estuviera atrapado. Estoy atrapada en esta mansión, bajo su control. Y sin embargo, una parte de mí grita que huya.— No soy una esclava. Susurro, pero sé que mi voz no tiene nada de convincente.Otro golpe retumba. Esta vez, la madera de la puerta tiembla bajo la violencia de su puño. La amenaza es clara, nítida. Si no me muevo, vendrá a buscarme.Me enderezo lentamente. Mi cuerpo protesta, mis músculos adoloridos, pero no tengo opción. Debo someterme, o vendrá, me romperá aún más.Cruzo la distancia hasta la puerta, la abro brutalmente. Damon está allí, apoyado en el marco, con una mirada salvaje, dominante, sus brazos cruzados sobre su torso desnudo. Su presencia es abrumadora, su silueta esculpida en la sombra.Sigo vestida con el vestido rasgado de la noche
AlinaPor la mañana, la luz helada del día se filtra a través de las amplias ventanas de la mansión, infiltrándose en la habitación como una brisa cortante. Estoy acostada en la cama, agotada, cada músculo de mi cuerpo me recuerda el entrenamiento de la noche anterior. El dolor aún es intenso, pero solo añade a la extraña emoción que burbujea en mí. Cada combate, cada caída, cada contacto brutal con Damon, todo me ha dejado sin aliento, mi cuerpo en llamas, pero mi mente atormentada.¿Por qué esta atracción? ¿Por qué esta desgarradora sensación con cada movimiento de Damon, cada orden que me lanza, cada abrazo violento? Debería odiarlo. En lugar de eso, una parte de mí quiere más.Un golpe seco en la puerta me saca de mis pensamientos.— Alina. Baja. Ahora.Su voz, fría y autoritaria, me golpea como un látigo. No espera. Exige.Aprieto los dientes, mis muñecas aún duelen por las llaves de la noche anterior. Una parte de mí, con un sabor a rebeldía en la garganta, me grita que le desob
DamonLa noche es espesa, silenciosa, pero mi mente está en ebullición. Alina duerme pacíficamente en la cama a mi lado, su respiración regular calmando temporalmente la rabia que ruge en mis venas. Sin embargo, incluso en su sueño, me atrae irresistiblemente. Su olor dulce llena el aire, y mi lobo lucha por no ceder al instinto.AlinaEl silencio de la mansión es opresivo. Solo el crepitar discreto del fuego en la chimenea y el sonido de mis pasos resuenan en el largo pasillo de piedra. Las palabras de Viktor giran en mi mente: "Si no la marcas, alguien más lo hará."Un escalofrío recorre mi espalda. Odio la idea de ser vista como una presa. Una ómega se supone que debe ser sumisa, obediente, destinada a doblegarse al capricho de un alfa. Pero no soy una ómega ordinaria.Me detengo frente a una gran puerta de madera maciza. Detrás, puedo sentir la presencia de Damon. Su aura oscura y poderosa late a través de la madera, una fuerza magnética que atrae y asusta al mismo tiempo.La abro
AlinaMe despierto de un sobresalto, el corazón latiendo a mil por hora. La oscuridad de la habitación me envuelve, y la frescura de la noche resbala sobre mi piel desnuda. Damon ya no está. Lo siento incluso antes de comprobarlo. Su olor almizclado, esa mezcla de pino y cuero, aún está presente en el aire, pero su ausencia es una evidencia.Me siento lentamente en la cama, pasando una mano por mi cabello desordenado. Mi corazón todavía late demasiado rápido, una ansiedad sorda comprimiendo mi pecho. Damon se ha ido. Pero, ¿por qué?El mansión está en silencio, apenas perturbado por el sonido del viento que silba contra las ventanas. Una brisa fría se desliza por debajo de la puerta de la habitación, levantando un escalofrío a lo largo de mi columna vertebral.Me levanto, enrollando una manta alrededor de mis hombros, y me acerco a la puerta. Mi pie descalzo roza la alfombra de seda, y el eco de mis pasos resuena en el pasillo vacío.Un retumbo sordo sube desde la planta baja. Instint
AlinaEl sol apenas ha salido cuando me despierto, el corazón pesado. La noche ha sido agitada, y a pesar del calor de la cama, el frío se ha infiltrado en mí, dejándome una impresión de vacío. Damon no está aquí. Una vez más.Paso una mano por mi cabello desordenado y me incorporo lentamente. La manta se desliza sobre mi piel desnuda, y un escalofrío me recorre. Mi cuerpo aún lleva la marca invisible de su presencia: el calor de sus manos sobre mi piel, la presión de su aliento contra mi cuello, el profundo rugido de su lobo resonando en mi pecho.Me levanto, vistiéndome con un fino albornoz de seda, y me acerco a la ventana. El jardín de la mansión está sumido en una ligera niebla, el sol luchando por atravesar el velo gris. El aire es frío, mordaz.Mi mirada se posa en Damon, afuera. Con el torso desnudo, en pantalones de combate negros, está entrenando en el patio. Sus músculos se mueven bajo su piel mientras golpea un saco de arena colgado de una viga. Su respiración es regular,
DamonEstoy en mi oficina, sentado detrás del gran escritorio de caoba, con las manos juntas bajo mi mentón. El silencio de la habitación es casi ensordecedor, únicamente perturbado por el tictac regular del reloj colgado en la pared. Mi mirada está fija en el expediente abierto frente a mí: fotos, informes, nombres. Enemigos. Amenazas potenciales.Debería concentrarme. Hay asuntos que resolver, alianzas que proteger, territorios que defender. Pero mi mente está en otro lugar. Atrapada en el recuerdo del sabor de los labios de Alina, del escalofrío de su piel bajo mis manos, del calor de su aliento contra mi garganta.Gruño, cerrando el expediente con un gesto brusco. Una sombra pasa frente a la puerta. Un golpe discreto resuena.— Entra.La puerta se abre y aparece Caël, con su expresión severa. Se mantiene erguido, como siempre, su mirada metálica sondeando la habitación antes de posar sus ojos en mí.— Tenemos un problema, dice con un tono neutro.Me levanto lentamente.— ¿Cuál?—
Capítulo 1 – La PresaAlinaEl bosque parece querer tragarme por completo. Cada paso es una agonía; mis pies desnudos se cortan en las piedras, mis piernas golpeadas ceden bajo la fatiga. El aire helado se infiltra bajo mi vestido desgarrado, mordiendo mi piel en llamas. No soy más que un animal acorralado, jadeante, desesperado.Corro hacia una frontera invisible, una última esperanza ilusoria. El viento azota mis mejillas empapadas de lágrimas y sudor. Cada respiración es un gemido. Mis fuerzas me abandonan, una a una.Detrás de mí, se acercan. Sombras. Lobos. Mi propia manada, convertida en manada de caza.A sus ojos, no soy más que una ofrenda sacrificial. Un trozo de carne débil, abandonado a la crueldad de aquel a quien todos temen.Damon.Su nombre resuena en mi cabeza como un látigo.Un alfa implacable, más bestia que lobo, que ha forjado un imperio en el miedo y la sangre. Se dice que se alimenta de la debilidad, que la devora y escupe lo que no es digno de él. Y ahora, soy y