Damon
No me despierto.
Regreso.
De un lugar sin bordes, sin forma, sin peso.
Pero no vacío.
Un lugar cargado.
De presencias. De voces.
De un eco que no entiendo pero que me llama.
Y de una silueta que nunca veo realmente,
pero que sé que me observa, muy de cerca.
Un niño.
O algo más.
Algo entre.
Entre la idea y la materia.
Entre el futuro y la memoria.
Un instante, en este sueño sin contornos, sentí su aliento contra mi palma.
Y mi corazón dudó.
No por miedo.
Sino por reconocimiento.
Luego caigo.
Lentamente.
Y caigo en mi cuerpo.
Siento el peso del mundo.
La cama. La tela contra mi piel.
El calor difuso de la habitación.
El perfume de Alina.
Extiendo la mano.
Ella ya no está.
Pero no está lejos.
Lo siento.
Como se siente un fuego que arde detrás de una pared.
Como se siente una estrella, incluso cuando se cierran los ojos.
Abro los párpados.
La luz del amanecer se ha instalado.
Pálida, azulada, casi lechosa.
Como si el día mismo no se atrevi