Damon
La noche ha caído desde hace tiempo, pero el aliento de la batalla aún vibra en el aire. El bosque está en silencio, demasiado silencio. Las cenizas giran bajo la brisa, llevando consigo el olor acre de la magia y de la sangre derramada.
Alina está de pie cerca de mí, con el rostro pálido, los ojos fijos en el cuerpo inconsciente de Adrian, tendido en el suelo. La llama negra se ha apagado en la palma de sus manos, pero aún siento la vibración sorda de su poder bajo su piel.
— ¿Estás bien? —pregunto suavemente.
Ella asiente con la cabeza, pero su mirada está distante, perturbada.
— Sí... creo.
Me acerco a ella, deslizando una mano sobre su mejilla. Su piel está fría a pesar del calor residual de su poder.
— No necesitabas contenerte —murmuro.
— Sí. Lo necesitaba. Si lo hubiera matado, me habría convertido en él.
La miro, admirado. Incluso después de todo lo que ha soportado, se niega a dejarse consumir por la rabia.
— Por eso eres más fuerte que él, Alina.
Sus labios tiembla lig