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Capítulo 20 – El Veneno del Deseo  

Alina  

Sigo sintiendo la tensión en el cuerpo de Damon mientras me sostiene contra él. Su respiración es corta, áspera, como si luchara por controlarse. Sus poderosos brazos me envuelven, y a pesar del calor reconfortante de su abrazo, una sombra fría planea en el aire.  

— No volverá esta noche, murmura Damon contra mi oído.  

Me estremezco. Cillian.  

Odio el efecto que tiene sobre Damon. La forma en que despierta esa rabia animal en él, esa sed de violencia. Pero lo que más me asusta es la facilidad con la que Damon se sumerge en esa oscuridad.  

Levanto la vista hacia él, mis manos deslizándose sobre su torso desnudo. Su corazón late violentamente bajo mi palma.  

— Damon, no puede continuar así, murmuro.  

Sus ojos oscuros brillan bajo la luz de la luna que filtra a través de las cortinas de la ventana. No responde de inmediato, su mirada fija en mí, penetrante y peligrosa.  

— No dejaré que nadie te quite, Alina, dice finalmente, su voz áspera. Nadie.  

— ¿Incluso si tienes que pelear hasta la muerte?  

Agarra mi mano, apretándola con una fuerza controlada.  

— Sí.  

— No es la solución, Damon.  

Inclina la cabeza, sus labios rozando mi mandíbula, descendiendo lentamente hacia mi cuello.  

— No hay otra solución.  

Un escalofrío recorre mi piel mientras presiona un beso ardiente en mi cuello. Cierro los ojos, mis dedos crispándose en sus anchas hombros.  

— No puedes resolverlo todo con violencia, susurro.  

Sus labios se deslizan hasta mi clavícula, y siento su sonrisa oscura contra mi piel.  

— ¿Crees?  

Me aparto ligeramente, colocando mis manos en su torso.  

— Creo que tienes miedo.  

Se queda inmóvil. Su mirada se oscurece.  

— No tengo miedo de nada.  

— Entonces, ¿por qué tus manos tiemblan?  

Baja la vista hacia sus dedos tensos alrededor de mi cintura. Un músculo tiembla en su mandíbula.  

— No es miedo, gruñe.  

— Entonces, ¿qué es?  

Levanta la cabeza bruscamente, sus pupilas brillando con una feroz luz.  

— Eres tú.  

Retrocedo un paso ante la intensidad de su mirada.  

— ¿Yo?  

— Sí. Se acerca, acorralándome contra la pared. Eres tú quien me pone así. Tú quien hace latir mi corazón demasiado rápido. Tú quien me empuja a querer destruir a todos los que se acercan a ti.  

Contengo la respiración mientras él coloca una mano en mi mejilla. Su pulgar acaricia suavemente mi piel, en contraste con la violencia contenida en su mirada.  

— No es sano, Damon.  

Se inclina, su aliento acariciando mis labios.  

— No.  

Su frente se pega a la mía.  

— Pero no puedo evitarlo.  

Cierro los ojos. Mi corazón late demasiado rápido, demasiado fuerte.  

— ¿Y yo? murmuro.  

— ¿Qué, tú?  

— Si soy la que te hace perder el control... ¿cómo se supone que debo hacerte volver?  

Sus manos se deslizan por mis caderas, aferrándose a mí como si fuera un ancla.  

— No me dejes ir nunca.  

Abro los ojos, sumergiéndome en sus pupilas oscuras.  

— Incluso si quisiera... no podría.  

Captura mis labios en un beso brutal, desesperado. Mi boca se abre bajo la presión de la suya, su sabor invadiendo mis sentidos. Su lengua se entrelaza con la mía en una danza salvaje, posesiva. Gimo, mis dedos perdiéndose en su cabello negro.  

Me levanta, despegándome del suelo para llevarme hacia la cama. Ya estoy medio desnuda, mi vestido deslizándose por mis caderas mientras me deja con una suavidad inesperada.  

Estoy sin aliento cuando se aparta, su mirada devorándome.  

— Eres mía, Alina, susurra.  

Lo miro desnudarse lentamente, cada movimiento acentuando la tensión entre nosotros. Su cuerpo es perfecto, esculpido por la fuerza y el poder bruto.  

Se coloca sobre mí, una mano deslizándose por mi muslo. Mi corazón se acelera mientras su aliento roza mi piel.  

— Damon...  

— Shh, murmura. Déjame demostrarte que eres mía.  

Su mano sube lentamente, sus dedos rozando mi piel sensible. Mi cuerpo se arquea bajo su caricia, un gemido escapándose de mis labios involuntariamente.  

Sus labios rozan mi garganta, descendiendo hasta mi pecho. Mis dedos se aferran a su cabello mientras él muerde suavemente mi piel.  

— Eres perfecta, susurra.  

Cierro los ojos, dejándome llevar por las sensaciones. Sus manos recorren mi cuerpo, trazando un camino de fuego y deseo. Estoy perdida, incapaz de pensar, de respirar.  

— Damon... yo...  

— Lo sé.  

Él se adentra en mí lentamente, dándome tiempo para adaptarme a él. Me aferro a sus hombros, mi respiración entrecortada. Comienza a moverse, lentamente, profundamente, arrancándome un grito con cada movimiento.  

— Eres mía, gruñe contra mi garganta.  

No puedo negarlo. Soy suya, por completo.  

La tensión se acumula dentro de mí, una ola de placer intenso que se acumula hasta que ya no puedo contenerla. Me tenso bajo él, un grito ahogado escapándose de mis labios mientras la ola me inunda.  

Damon sigue poco después, su cuerpo contrayéndose violentamente mientras encuentra su liberación en mí.  

Se desploma sobre mí, su aliento caliente acariciando mi piel.  

— Eres mía, repite, su voz áspera.  

Acaricio lentamente su nuca, el corazón latiendo aún con fuerza.  

— Y tú, eres mío, murmuro.  

Él levanta la cabeza, una sonrisa oscura rozando sus labios.  

— Sí.  

Pero mientras cierra los ojos contra mi piel, siento aún la presencia de Cillian en el aire.  

Él volverá.  

Y la próxima vez, no estoy segura de que Damon pueda contenerse.

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