Alina
Damon está acostado en la cama detrás de mí. Siento su calor, su respiración lenta y regular mientras intenta descansar. Pero sé que no está durmiendo de verdad. No después de lo que ha pasado.
Lucien.
Él casi me arranca de él hoy. Si no hubiera recurrido a esa magia enterrada en lo más profundo de mí, estaría muerta. Damon lo habría perdido todo.
— Estás demasiado callada, murmura una voz rasposa detrás de mí.
Me estremezco al sentir las manos de Damon deslizarse sobre mis caderas. Se pega a mi espalda, su torso poderoso irradiando un calor abrasador.
— Estoy reflexionando, susurro.
— Deja de pensar, murmura contra mi nuca.
Sus labios rozan mi piel, provocando una ola de escalofríos.
— Él volverá, dice.
— Lo sé.
Sus brazos se aprietan alrededor de mi cintura. Me atrae lentamente hacia él, su aliento caliente rozando el hueco de mi oreja.
— Estaremos listos.
Me giro hacia él. Su mirada es oscura, brillando con una intensidad animal. Sus iris se han vuelto dorados, un resplandor