Alina
El cielo está oscuro, el viento helado. Damon camina frente a mí, sus músculos tensos bajo el peso de Dante que aún lleva sobre su hombro. Su silueta masiva se funde en la oscuridad del bosque, una sombra en movimiento lista para atacar.
Siento la tensión en el aire, el sabor metálico del peligro suspendido en el silencio opresor que nos rodea. Cada susurro en los arbustos me hace saltar, pero Damon sigue avanzando con una determinación fría, implacable.
— ¿Estás seguro de que es por aquí? murmuro mientras ajusto mi capa alrededor de mis hombros.
Damon gira ligeramente la cabeza hacia mí, sus ojos de un gris oscuro penetrando la oscuridad.
— Sí. El olor a sangre aún está fresco. No deben estar lejos.
Me acerco a él, posando una mano en su brazo. Él se detiene en seco, el peso de mi contacto pareciendo devolverlo a la realidad.
— No podemos lanzarnos al ataque, murmuro. Si Dante ha sido herido así, es porque están preparados.
Damon me mira un instante, su mandíbul