Damon
El rugido de los lobos resuena en mis oídos, una sinfonía de rabia y desafío. El claro está bañado por la fría luz de la luna, teñida del resplandor azulado de la magia de Alina. Estoy a su lado, con la respiración entrecortada, mis músculos tensos bajo la adrenalina.
Frente a nosotros, Caelan avanza lentamente, una sonrisa carnívora estirando sus labios pálidos. Está flanqueado por dos lobos masivos de ojos resplandecientes, su pelaje oscuro vibrando bajo la tensión eléctrica que recorre el aire.
— Damon —se ríe Caelan—. Te creí muerto, pero aquí estás... más vivo que nunca.
No respondo. Mi mirada permanece fija en él, mis dedos cerrándose en puños. La sangre pulsa violentamente en mis venas, y siento al lobo dentro de mí debatirse, ansioso por salir.
— No soy yo a quien deberías temer —digo con voz sombría.
Caelan inclina la cabeza, divertido.
— ¿De verdad?
Alina avanza un paso, su aura brillando con una luz blanca y azuleada. La brisa nocturna hace ondear su cabello negro, y