Alina
La noche ha caído desde hace mucho tiempo, pero sigo despierta, la mirada perdida en la oscuridad de la habitación. Damon está acostado a mi lado, su brazo alrededor de mi cintura, su respiración regular contra mi nuca. La tensión del día aún pesa sobre mis hombros. La amenaza de los Antiguos flota en mi mente como un veneno lento que se extiende por mis venas.
Me deslizo suavemente fuera de la cama, evitando despertarlo. Mi cuerpo aún está marcado por la pelea, con dolores recorriendo mis músculos. Me pongo una camiseta de Damon, la tela cayendo sobre mis muslos, y salgo al balcón.
El aire nocturno es frío, cargado de humedad. La luna está alta, brillante, arrojando un resplandor plateado sobre el claro abajo. Veo varios lobos en su forma animal, vigilando los límites del territorio.
— ¿No duermes?
Me doy la vuelta bruscamente. Damon está allí, sin camiseta, con su pantalón de algodón colgando de sus caderas. Su cabello desordenado y sus ojos aún pesados por el sueño no disminu