Alina
El sol comienza a asomarse en el horizonte, tiñendo el cielo de una mezcla de rojo y naranja. Estoy sentada al borde del acantilado, el viento jugando con mi cabello. Damon está de pie detrás de mí, la mirada fija en el valle de abajo. Su cuerpo está tenso, cada músculo rígido en una postura de control absoluto.
Desde la noche anterior, no ha dormido. Yo tampoco. Las palabras de su padre aún resuenan en el aire, como un veneno insidioso.
— Damon...
Él no responde, pero siento que reacciona a mi voz. Me levanto lentamente y me acerco a él. Tiene la mirada oscura, fija en la línea del horizonte.
— Tu padre...
— No quiero hablar de eso.
Su voz es dura, pero percibo el dolor subyacente. Pongo una mano sobre su brazo, sintiendo la tensión que corre bajo su piel.
— No estás obligado a hacer lo que él espera de ti, murmuro.
Finalmente, él gira la cabeza hacia mí. Sus ojos brillan con un destello dorado, su ira y confusión reflejándose en esa mirada intensa.
— Ya soy