La tenue luz del amanecer comenzaba a colarse por los bordes de las cortinas cuando Isaac abrió los ojos. Había dormido, sí, pero no profundamente. El descanso había sido frágil, interrumpido por pensamientos que nunca cesaban del todo, pero al menos su cuerpo lo agradecía. No quiso moverse de inmediato. Permaneció recostado unos minutos, escuchando la respiración suave de Gabriel a su lado. Verlo dormir tan plácidamente era el único consuelo que tenía por ahora.
Se incorporó con lentitud para no despertarlo, y con pasos sigilosos se dirigió al baño. Cerró la puerta tras de sí y abrió la llave del agua caliente. El vapor comenzó a llenar la pequeña habitación, envolviéndolo como una manta invisible. Se despojó de su ropa con movimientos mecánicos, aún sintiendo el peso de la noche anterior en cada músculo.
El agua tibia golpeó su espalda, y por primera vez en muchos días, su cuerpo se sintió algo aliviado. Cerró los ojos, apoyó las palmas en la pared de cerámica y dejó que el chorro l