El viaje de regreso a la mansión fue silencioso y tenso para Ameline.
Tenía su cabina privada, pero… por más que físicamente estuviera sola, su mente no dejaba de reprocharla por su debilidad ante Seth.
—Al menos ahora tengo el cuadro de Betty… Esa miserable, espero encontrarla pronto para que pague por traicionarme. —Apretó los puños con rencor.
Y luego de encontrar a Betty, seguiría su plan para convencer a Seth de que el bebé no era suyo y finalmente ser libre de sus garras.
El avión aterrizó en la pista privada de la ciudad al atardecer, el cielo teñido de tonos naranjas y rosados que apenas aliviaban la pesadez en su pecho.
Bajó con paso firme, ignorando el zumbido de los motores, y se subió al auto de Seth, un vehículo elegante pero frío que olía a cuero nuevo y a esa esencia masculina que tanto la perturbaba.
El silencio en el interior era incómodo, casi sofocante, roto solo por el leve rumor del motor mientras las luces de la ciudad comenzaban a encenderse a su paso. Emm