Ameline despertó a la mañana siguiente y se encontró sola en la cama, lo cual hizo que el arrepentimiento de lo que había hecho anoche la golpeara con más fuerza.
Sabía de antemano que se iba a arrepentir, pero… maldita sea, el arrepentimiento, la vergüenza y el sentirse como una cualquiera le estaban pesando más de lo que nunca habría podido predecir.
—Esto me pasa por no darme a respetar —murmuró Ameline luego de que se despertó a la mañana siguiente con el peso de la soledad golpeándola como una ola fría por la falta de Seth a su lado.
Cuando abrió los ojos por los rayos del sol colándose por la ventana, y no encontró a Seth a su lado, el arrepentimiento se estrelló contra ella con una fuerza abrumadora mucho mayor a la que ya había esperado.
El calor de la noche anterior, que aún parecía impregnado en las sábanas, se transformó en un recordatorio punzante de su debilidad. Había sabido desde el principio que se arrepentiría, pero la magnitud de esa sensación—la vergüenza quemánd