El silencio en el auto era denso, pesado, como si el aire mismo se hubiera solidificado tras la confesión de Prissy de algo que Ameline nunca habría esperado: la dulce Prissy se atrevió a besar a Nataniel, quien ella pensaba era novio de su mejor amiga.
Ameline, con los ojos abiertos de par en par, sentía su mente dando tumbos, incapaz de procesar del todo lo que acababa de escuchar.
Prissy había besado a Nataniel... Su Prissy, la dulce adolescente que quería como a una hermana, con su risa sincera y su corazón abierto, había cruzado una línea que Ameline nunca había visto venir.
Miró a su amiga, sentada a su lado sin mirarla, viendo sus ojos brillando con lágrimas contenidas, sus manos apretadas en su regazo. Ameline abrió la boca para decir algo, cualquier cosa, pero las palabras se le atoraron en la garganta. ¿Qué podía decir? El silencio se prolongó, roto solo por el zumbido del motor y el leve crujir del cuero bajo sus movimientos inquietos.
El paisaje afuera pasaba en un bor