Seth mantuvo a Ameline debajo de él en la cama, besándola con ferocidad, tocándola por todas partes, haciéndola perder la razón.
Ella se sentía como si el fuego pudiera consumirla, y le encantaba, no le importaba nada más que sentirlo a fondo.
De repente, él se apartó un poco, mirándola fijamente, y volvió a acariciarle la mejilla, a lo que ella cerró los ojos, acariciando su rostro también mientras sus bocas volvían a unirse.
El calor entre ellos se transformó, los besos perdiendo esa ferocidad inicial para dar paso a una intensidad más pausada, más lenta, pero igual de intensa.
Seth se inclinó sobre Ameline, acomodándose mejor sobre ella y volviendo besarla, sus labios rozando los de ella con una suavidad que contrastaba con la urgencia de antes, dejando que sus alientos se entrelazaran mientras sus manos comenzaban a explorarla con una lentitud tortuosa.
Ella sintió el roce de sus dedos deslizándose por su cintura, levantando la tela de su camisón negro, demasiado grande par