Ameline estaba sentada en la pequeña mesa redonda junto a la ventana de su habitación, el sol de la mañana filtrándose a través de las cortinas de encaje, iluminando el vestido verde menta que llevaba, holgado y cómodo para su embarazo de cinco meses.
La bandeja del desayuno estaba frente a ella: croissants recién horneados, mermelada de fresa, un vaso de jugo de naranja y una taza de té de manzanilla, cuyo aroma llenaba el aire con una calma que contrastaba con los nervios que aún le revoloteaban en el pecho.
La noche anterior la había pasado en vela, repasando cada detalle del plan para atraer a Bianca, cada palabra que diría a Prissy para convencerla sin revelar la verdad. El collar de diamantes, guardado en su joyero sobre el tocador, parecía observarla, un recordatorio de Seth y de lo mucho que estaba en juego.
El sonido de unos golpecitos en la puerta la sacó de sus pensamientos. Antes de que pudiera responder, Prissy entró, su vestido amarillo brillante como un rayo de sol, s