Capítulo XLIII

A la mañana siguiente, justo cuando estoy calzándome las botas, lo siento detrás de la puerta. Detengo a Snær justo a tiempo y le ordeno con una mirada que se quede para proteger a Marcus, que duerme en su cama más perdido en el mundo de los sueños que en la realidad.

Cuando mis dedos rodean el pomo de la puerta, sé que debo hacer a continuación. Dejo que mis dedos se deslicen por la madera y que mi frente repose sobre ella. Cierro los ojos con fuerza y presiono los dientes.

La puerta empieza a temblar con su esplendor. Apoyo todo mi peso en ella y anclo las uñas a su madera vieja. Siento cómo son empujadas hasta las cutículas, que hacen lo posible para que no se deslicen más allá en mi carne. Mis pies resbalan poco a poco, así que obligada me toca ahincarlos en la madera rojiza que hace de piso, la cual cruje a medida que soy empujada. Estoy por ordenarles que hagan algo, cuando la oscuridad se cierne sobre mí para cubrirme.

Jadeo y dejo de encorvarme.

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