Capítulo 32. Cartas negras y rojas

Aburrida de estar dentro de la cabaña, ya de noche, Aria sale a tomar aire. El sitio se le hace estrecho, asfixiante, y cada espacio parece contener el olor de Kael. No ha dejado de pensar en él desde aquel día, pero también ha decidido no ceder más. No le va a dar el gusto de seguir usándola y lastimándola.

Va caminando hasta un lugar más apartado. Nunca antes había venido aquí. Cuando ve una fogata encendida y a varios jóvenes riendo alrededor, se siente tentada. Necesita distraerse. Solo un poco. Tal vez estar con ellos un rato ayude.

—¡Aria! —la llama Nestor con una sonrisa al verla acercarse al sitio—. Ven, tenemos bocadillos y jugo de frutas. Te van a gustar.

Ella duda unos segundos, pero finalmente se sienta junto a él en uno de los troncos. El calor del fuego le reconforta un poco en esta noche fría, y la risa de los demás le da una sensación de normalidad por primera vez en días.

A unos metros de distancia, entre la penumbra de los árboles, Erika la observa con los ojos inyec
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