Capítulo 4: Perderla.
Y la más hermosa muchacha que sus ojos alguna vez habían contemplado, se hallaba a escasos metros de él. Su preciosura era tanta que parecía dejar un rastro de luminiscencia cada vez que se movía. Su cabello parecía ser luz, podía sobresalir entre la multitud, única entre todas, podían ponerse mil hombres delante de ella y él seguiría distinguiéndola.

No estaba preparado para verla, aunque lo deseo por largos años, no estaba preparado, por un momento, se sintió a sí mismo como un niño inmaduro, aquella emoción ansiosa en su interior con el acarreo de cada segundo solo conseguía dilatarse, no lo asimilaba, no lograba hacerlo, sus cejas se hallaban elevadas, sus ojos aún dilatados, no daba crédito a lo que veía, aun así, podrían pasar cincuenta años y él se aseguraba a si mismo que lograría reconocer su pequeño rostro desde la distancia que fuese, era ella, no había espacio para la duda en su interior.

No recordaba la última vez que hubiese sentido unos nervios tan violentos atravesar
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