Capítulo 23.

Aquella noche era una en donde el frio forraba tu piel. El cielo estaba borrascoso por espesas nubes, y la total privación de irradiación terrestre permitía a las tinieblas campar en todas las calles y plazas de la población, pero para Adalia, era la más hermosa noche que podía haber en Florida.

El lugar en donde ambos cenarían era sumamente divino, agradable de tan solo verlo, quedaba bastante contiguo de la vivienda de Adalia, de hecho, a menos de diez minutos por lo que ambos concluyeron en ir caminando, así fructificaban y tomaban aire fresco que, atiborrada de bienestar a su interior, la corriente de viento agasajaba con delicadeza la piel de ambos y aunque la noche era lóbrega, los ojos de la rubia figuraban irradiar.

Desde hacía mucho tiempo, Adalia no se sentía cómoda de que un hombre sostuviera su mano. Cada vez que Derek lo hacía, comprimía sus dedos con ímpetu e impelía su cuerpo empl

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