Capítulo 24.

Sus ojos, eran un océano borrascoso y riguroso de arrebato comprimido y conglomerado que chapoteaba hasta el suelo de aquel baño en donde únicamente residían ellos dos, la víctima y el verdugo; el furor podía distinguirse elevarse extrínsecamente de él, direccionada, aquella violencia estaba hacía aquella blonda estremecida.

Ella por instinto, reculó atemorizada y acobardada a más no poder, pobremente conseguía desandar sobre sus pasos, el miedo tentó solidificar todos los huesos de su cuerpo. La expresión esculpida en el rostro de Derek era la furia encarnada, la respiración de él se escuchaba, de tan exasperada y exaltada que brotaba de sus labios adosados ante una mezcla de ira tan grande que la estaba tomando todo a él no estallar en un baladro; parecía una bestia avizorando a la victima con la que terminaría brutalmente. 

El castaño se giró sin decir palabra alguna y colocó seguro al baño. Aunque, de todas formas, la dicha de Adalia era tan irrisoria

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