Harper despertó sola.
La gigantesca cama king size era un desierto de sábanas de seda revueltas y el aire acondicionado, insuficiente para apagar el fuego la noche anterior, ahora se sentía deliciosamente frío.
La luz del sol caribeño se filtraba con arrogancia por las paredes de cristal, iluminando un camino de pétalos de flores secas y seda caída, que estaba como una evidencia silente de la deliciosa batalla que se había librado entre ambos.
Ella se incorporó, sintiendo el peso del anillo de diamantes en su dedo, lo había olvidado, pero tan pronto movió la mano el peso de la obscena roca le trajo a la mente su papel de prometida y su otra personalidad a la que debía ajustarse en esos días.
Además, el anillo era lo único que llevaba puesto, lo que era en cierto modo un grillete, ahora, brillaba con un nuevo significado.
Damon estaba en el nivel inferior de la suite, que funcionaba como un elegante despacho, estaba de pie junto a la pared de cristal, impecablemente metido en un traje