El amanecer se filtró por las pesadas cortinas de seda, pero no trajo la promesa de un nuevo día, solo la cruda realidad de la nueva prisión.

Harper se despertó con el cuerpo magullado. Cada músculo gritaba por la huida forzada de la noche anterior, el forcejeo con los hombres de Leoni, la brutalidad de la captura de Damon, y la sacudida emocional de ver a su supuesto captor del pasado a punto de ma*tar para recuperarla.

Se levantó de la cama, sintiendo que sus sábanas ahora olían a sudor, tierra y miedo. La habitación ahora se sentía como una celda de lujo, sujeta por el doble pestillo que había escuchado deslizarse después de que Damon se marchara.

Se dirigió al baño, buscando consuelo en el ritual de la ducha. Mientras el agua caliente corría sobre su piel, aliviando temporalmente la tensión, notó las pruebas de su fracaso.

Sus rodillas estaban magulladas por arrastrarse por la cerca. Sus codos mostraban abrasiones de las caídas. Y sus manos, especialmente las palmas, estaban desgar