47. El semáforo

A medida que avanzaba en la fila, su mente seguía reproduciendo el sonido de aquella voz. La coincidencia era inquietante, pero se forzó a no darle demasiada importancia. Debía concentrarse en sus próximos movimientos y en la importante reunión que le esperaba.

Hadriel pasó por el control de pasaportes y recogió su equipaje. Mantuvo su actitud fría y seria, sin dejar entrever ninguna de las emociones que lo atormentaban. La imagen de la mujer de cabello corto seguía persistiendo en su mente, pero él la apartó, decidido a no dejarse afectar. Una vez fuera del aeropuerto, el secretario de Mr. Dittrich.

—Bienvenido a Alemania —dijo el secretario en alemán. Lo saludó de manos y Hadriel correspondió el saludo.

—Es un gusto estar aquí —respondió Hadriel en un alemán fluido.

—Lo llevaremos a su suite. Suba, por favor —dijo el secretario, haciendo el gesto con sus brazos de que entrara—. Hoy mi señor Dittrich ha dispuesto su descanso. Mañana lo invita a desayunar. Le estaremos dando toda la i
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