Benjamín sacudía la cabeza mientras miraba las esposas que apretaban sus muñecas. Eran frías y le daban una sensación de vulnerabilidad. Benjamín odiaba sentirse así.
— ¿Es realmente necesario todo esto? — levantó las manos, mostrando el objeto reluciente al comisario. — No recuerdo haber lastimado a nadie hoy. Al contrario, estoy herido y necesito atención médica. Exijo que me liberen inmediatamente.
El comisario se levantó para encararlo y parecía guardar resentimientos contra el hombre más rico de la ciudad. Lo miró con desprecio, y una sonrisa burlona apareció en sus labios.
— No porque seas el hombre más rico de esta ciudad voy a cumplir tus órdenes, señor Dylon — Benjamín ya esperaba algo así. — Tú mandas a tus empleados, pero yo no soy uno de ellos.
Benjamín lamentó encontrarse con Vladir en esa situación. El comisario solo esperaba una oportunidad para hacerlo pagar por su arrogancia. Nunca olvidaría la humillación que Benjamín hizo pasar a su hermana menor: la sedujo, la llev