Cap. 31. Anulada por el enemigo
—Norca… —dijo Boris al fin—. ¿Qué haces aquí?
—Vine a visitarles.
—Quiero cenar con ustedes —dijo Enrietta y miró en torno y preguntó—, ¿y Anabel?
—Se siente indispuesta abuela, Bertino vendrá a verla en cualquier momento.
Pasaron a la mesa y en ella se llevó a cabo un diálogo cordial; sin embargo, la cordialidad estaba a punto de desaparecer.
—¿Te gusta vivir con los Keller?
—Sí.
—Se podría decir que desde que la señorita Claire está aquí, hemos tenido muchos días entretenidos —comentó Enrietta.
—Imagino que eso va para todos, ¿verdad, Boris?
El joven se encontraba bastante distraído de esa charla que no se dio por aludido de la pregunta y Norca.
—Creo que Boris está en otro mundo…
—No sé qué decirte, Norca, no veo tema de conversación entre nosotros —se llevaba una copa a los labios—. Rowena es mi luna y nos casaremos en días.
—¿Tu luna?
—Boris cree en esos mitos —añadió Enrietta.
—Desde hace algún tiempo nadie puede encontrar a su luna, es más, creemos que es un mito romantizado.
—N