Cap. 25 El despertar de la bruja
Anabel fue a la fábrica de Jordano. Tenía claro que algo había sucedido con él y necesitaba verlo.
La fábrica era grande y había crecido vertiginosamente; su novio parecía un empleado más con su uniforme celeste dirigiendo los camiones de entrega. Saltaba con una agilidad envidiable y movía cosas pesadas con facilidad.
No era el mismo, aunque nadie se diera cuenta, vestido así parecía un empleado más. Se acercó a hablar con él.
—Jordano.
—Anabel, preciosa.
—¡Qué hay, reina! —la besaba en la mejilla.
—Te vine a buscar, necesitamos hablar.
—Me encantó verte —la rodeó por los hombros y le dijo—. Conocí a una fonda muy mona el otro día y quiero que la veas, tocan blues muy bueno, por cierto.
—Jordano, ¿qué te pasó?
—Hablas de cuando los hombres de tu novio me perseguían, ¿verdad?
—Dime… ¿Es cierto que te convirtieron?
Él se apartó molesto y le dijo a la joven.
—Yo no lo pedí, pero parece que aquí te dan las cosas sin pedirlas.
—Entonces…
—El gris me salvó.
—Jordano.
—No sé si agradecerle o