Iré terminando novela por novela, así que atentos.
—Sí, ella es tu madre.Al escuchar esas palabras, lo dejaron perplejo.—En los años dorados de mi juventud, era un chico de clase media cuyo padre era el médico de las grandes familias de lobos.Los Vanoni tenían tres hijas, Marlene, Enrietta y Ana Julia, todas lobas dispuestas a seguir con el legado de la familia.Marlene era la hija fuera del matrimonio Vanoni, lo que solemos decir la bastarda de la familia, pero tenía cierta clase y humanidad que la hacían una señorita agradable. Enrietta, en cambio, era fuego y pasión, digna para ser una alfa. Enrietta era una flor exótica esperando un jardinero. Su padre creyó encontrarlo en el alfa Keller, pero ella estaba enamorada de otro hombre, un abogado llamado Raymundo Solero.Las tragedias envolvieron a los Vanoni, primero fue la madre, luego el padre y luego al alfa Keller.Enrietta estaba muy sola. Devastada es la palabra correcta, dolida por tanta amargura y ella era tan ardiente, fuimos amantes.Bruno, sería el sucesor de la manada, p
Anabel fue a la fábrica de Jordano. Tenía claro que algo había sucedido con él y necesitaba verlo.La fábrica era grande y había crecido vertiginosamente; su novio parecía un empleado más con su uniforme celeste dirigiendo los camiones de entrega. Saltaba con una agilidad envidiable y movía cosas pesadas con facilidad.No era el mismo, aunque nadie se diera cuenta, vestido así parecía un empleado más. Se acercó a hablar con él.—Jordano.—Anabel, preciosa.—¡Qué hay, reina! —la besaba en la mejilla.—Te vine a buscar, necesitamos hablar.—Me encantó verte —la rodeó por los hombros y le dijo—. Conocí a una fonda muy mona el otro día y quiero que la veas, tocan blues muy bueno, por cierto.—Jordano, ¿qué te pasó?—Hablas de cuando los hombres de tu novio me perseguían, ¿verdad?—Dime… ¿Es cierto que te convirtieron?Él se apartó molesto y le dijo a la joven.—Yo no lo pedí, pero parece que aquí te dan las cosas sin pedirlas.—Entonces…—El gris me salvó.—Jordano.—No sé si agradecerle o
Sentía su cuerpo débil y cayó en el suelo sin fuerzas. Boris fue a ella y la agarró.—¿Rowena?No podía hablar, Anabel le indicó a Boris.—Dash está herido.Era mucha locura para una sola tarde. Fue a ver a su amigo que gemía del dolor y sangraba de un costado.—¡Dash! ¿Por qué? —se cogió el pecho—. No puedes morir.—La abuela le disparó… —Recordó que el blanco original era Jordano—. Esto es horrible.Los hombres de gris habían huido del lugar y todos pudieron reponerse de la batalla.Bertino y su padre ayudaban a todos los heridos en ese momento.—¿Quién disparó?Anabel le explicó lo sucedido.—Vaya, esa mujer es una maldita.—Bertino —le indicó su padre.Trataban a Dash en ese momento que estaba muy delicado.—Eres fuerte, Dash, todo saldrá bien.Bertino se acercó a Rowena y la revisó, estaba exhausta y le dijo a la joven.—Tendré que ponerte un suero.—Boris…—Él está bien para haber pasado por una batalla.—Bertino… Algo me pasó.—Parece que salió de ti mucha energía.—El gris… Ten
“Querida ClarePor primera vez en mucho miedo siento miedo, un miedo aterrador. Desde que llegué a esta casa, siento mucho miedo y nunca me fui miedosa. Creí que podía con esto, pero se está yendo de las manos.Tengo poderes y cada vez los siento más fuertes, solo espero poder llegar al final de saber qué pasó en esta casa y por Enrietta es responsable de la maldición de los Alfas”.**Miquela llegó a su casucha esa noche y vio a su hermano pintando unos adornos de madera, tal se diría que en esos momentos nada le afectaba. Dejó su chal en un perchero y se dispuso a prepararse un café bien cargado para templarse los nervios. Su hermano analizaba la pieza con atención, mientras le echaba otra capa de pintura, entonces ella comentó.—Menos mal que no estuviste por los alrededores.—Tú dijiste que no estuviera.—Es verdad, pero eres tan necio, estamos en alerta —sacaba un frasco en donde guardaba la azúcar—. Si Enrietta supiera que estás vivo y que eres el Gris, estaremos perdidos.—Nunca
El doctor Gilberto Zaragoza se paseaba por las inmediaciones de la aldea de niños huérfanos, niños a los que el infortunio o la pobreza los había tocado con el abandono.Aunque era un panorama lleno de dolor en medio de la inocencia, siempre hay perlas en donde otros desechan y él sabía apreciar muy bien esas perlas.Rowena tenía 18 años y era una chica muy desprolija, de cabellos ensortijados, de un naranja muy hiriente y unos ojos verdes intensos.¿Bella? Mucho, su belleza era su descuido en su arreglo, la delgadez que la hacía parecer frágil, pero con curvas bien acentuadas y arregladas, sería una joven interesante y notable.¿Qué se sabía de Rowena Claire? Pocas cosas, su abuela, una mujer que tenía fama de ser una bruja poderosa.La dejó allí cuando tenía tan solo seis años, nadie sabía la razón y de cuando en cuando la visitaba y le dejaba extraños obsequios, hablaba con la niña y parecía muy cariñosa, pero lejos de eso no la llevaba.Rowena creció en ese ambiente de desolación
Le escribía a su amiga imaginaria en un diario improvisado.“Querida Darla:Estoy cerca del cielo, es increíble esa sensación, puedo ver las nubes. Si tan solo pudiera tocarlas, Darla.Si tan solo pudieras verlas, son como grandes algodones que al ser atravesados se diluyen.Creo que hasta Dios me está viendo, aunque ese sueño extraño todavía me tiene preocupada, ¿será verdad todo lo que decía la vieja Zafica?Solo me queda averiguarlo”.Horas después estaba en otro país y se sentía bastante impactada, porque se dio cuenta de que había dejado lejos a su país natal. Toda su vida se había quedado a cientos de kilómetros.Caminó por un rato mirando rostros que no le eran familiares y de repente un hombre vestido con un uniforme negro y una gorrita se acercó a ella.—¿Rowena Claire?—Sí.—Venga conmigo, el doctor Zaragoza la espera.El tipo tenía una expresión muy rara, como si ella apestara, tocó su amuleto, solo esperaba que todo saliera bien.—¿El doctor se encuentra bien?Nada, parecí
El auto del doctor Zaragoza frenó frente a un portón y este automáticamente se abrió. El auto se deslizó por un camino perfectamente delineado, tomó una pendiente y ante sus ojos se alzó una imponente mansión totalmente iluminada. Algunos jóvenes hacían guardia y él rodeó una fuente que dominaba la entrada y vio a Boris esperándolo.—Gracias por venir, doctor —entonces preguntó—. ¿Y la joven que olía a hierbas frescas?Dijo el joven exaltado.—Hablas de Rowena, es mi huésped una chica especial.—Extraño nombre —caviló y repitió—. Rowena.—Sí, es un nombre curioso, pero entonces ella es una criatura curiosa.—Mi abuela, ella se puso mal…—Calma, muchacho —lo serenó—. Ya estoy aquí.—Sí, gracias —lo acompañó a la entrada y le comentó—. La abuela se sintió mal durante la cena y no se ha podido levantar de su lecho.Sabía que era una simple pataleta; esos seres no se desmoronaban con facilidad.—Boris, sé cuánto amas a tu abuela, pero nada conseguirás con alterarte.El joven no se sentía
“Querida Darla:Estoy rumbo a lo que parece ser la aventura de mi vida. El doctor Zaragoza dijo que los Keller son especiales y allí está él con ellos. El joven que vino ese día, es especial.Ya sé lo que me dirás, Darla. Cuidado, Rowena, pero no me asusta saber que no es como los demás, es más, quiero probar sus labios y ver si son como los de todos los hombres.El doctor dice que esto cambiará la perspectiva de mi vida y que voy a conocer el otro lado del mundo. Yo solo quiero saber que tanto puede cambiarme esta experiencia. Por el momento ya llevo 2 horas de camino y he llegado a la villa de los Susurros y el paisaje se ve tan exclusivo…Bueno, Darla, te escribiré ya instalada en la casa.Rowena.Cuando el taxi frenó frente a un portón muy elegante que tenía un letrero que en letras doradas decía: Keller—Vanoni. El taxista se bajó y le abrió la puerta diciéndole:—Bienvenida a la villa Keller, no lo dejó adentró, pues… Esta gente es muy rara.—Gracias.Rowena miró el portón y tocó