No puedo con el dolor.
Un mes después
La atmósfera en las familias Drucker y porter está hundida en una tristeza profunda. Ricardo, luego de enterrar a su hermana y a su hija, cayó gravemente enfermo. Permaneció en coma durante una semana completa. Apenas fue dado de alta, cuando lo sacaron del hospital hacia su villa, sus ojos se llenaron de lágrimas al recorrer cada rincón. Las paredes, los muebles, todo parecía pesar sobre su pecho como un hierro ardiente.
- Hermano, por favor siéntate. No deberías estar de pie todavía - dice Walter con voz cansada.
Ricardo levanta la mirada y ve a su cuñado allí parado, con ojeras marcadas y el rostro demacrado. De pronto, una imagen cruza su mente.
- ¿Dónde está Samuel?
Walter se pone incómodo, pero ante la mirada penetrante de Ricardo, responde:
- Lo he enviado a un orfanato. Samuel no ha podido superar el dolor, y tal vez estar con otros niños pueda ayudarlo.
Ricardo, sin apartar los ojos de su cuñado, siente un dolor agudo en el pecho.
- Tráelo de vuelta. No permitiré que el único hijo de mi hermana, el último vástago de nuestra familia, sea criado en un orfanato. Tráelo, yo me haré cargo de él.
- Ricardo, no tienes por qué meterte en esto. Recuerda que es tu sobrino, no tu hijo. Yo soy su padre - intenta ponerse firme Walter.
Ricardo se acerca y con mirada gélida responde.
- Recuerda tú: eres el albacea de Samuel. Él es el único heredero de lo que poseía mi hermana. Sin él, no tienes derecho a nada. No me obligues a despojarte de todo. Tienes una hora para traerlo aquí.
Sin esperar respuesta, Ricardo toma su bastón y comienza a subir las escaleras. El dolor en su pecho se intensificó al llegar al segundo piso. Se detuvo frente a una puerta.
Respiró hondo y, con pasos temblorosos, cruzó el umbral. La habitación pintada de lila estaba intacta: stickers en las paredes, fotografías sonrientes, detalles juveniles. El aire aún guardaba un eco del perfume de Aysel.
Sin pensarlo dos veces, recorre el espacio lentamente hasta llegar a la mesita de noche donde hay una fotografía de su hija. Sus piernas flaquean y cae al suelo.
Apretó la fotografía contra su pecho, y las lágrimas lo vencieron.
- Bebé, siempre te tendré en mi corazón... pero no puedo quedarme aquí. Vivir esta vida sin ti me está matando - susurra con voz quebrada.
Una hora después
Un niño de 12 años ingresa a la villa con mirada cabizbaja y triste, seguido por su padre Walter.
- Vas a portarte bien. No quiero que armes escándalo, o verás cómo te va - amenaza Walter en voz baja.
Al llegar a la sala, la actitud de Walter cambia por completo.
Cuando entraron, Ricardo bajaba lentamente las escaleras, con un marco en las manos. Ignoró a Walter y se dirigió a Samuel.
-Samuel, acércate - dice suavizando su tono de voz.
El niño se aproxima con cautela, mirando de reojo a su padre.
- Tío, ¿cómo estás? - pregunta con formalidad, mostrando una actitud respetuosa pero distante.
Ricardo no responde de inmediato, observó en silencio - Ya no veía al niño alegre que corría por la villa, aquel niño que antes sonreía y rebosaba energía- ahora convertido en una sombra.
Hermana, no permitiré que tu hijo pierda su infancia. Vivirá bien - piensa para sus adentros.
- Bien. Samuel, ve a la cocina. Hay un postre esperándote.
Una leve sonrisa asoma en los labios del niño, que camina con renovada energía hacia la cocina.
Ricardo sigue con la mirada a Samuel hasta que desaparece en el pasillo, luego se levanta y se acerca a Walter.
- Me iré con Samuel a vivir a Londres. Firmarás el permiso de custodia temporal. Tú te quedarás al frente de las acciones de Samuel.
Walter permanece en silencio, apretando los puños con fuerza.
- Está bien- concede entre dientes.
Walter sale de la villa consumido por la rabia.
No permitiré que vuelvas a humillarme, Ricardo - piensa con rencor.