Samantha
Maldita sea, no saber cuánto tiempo ha pasado me desespera. Sigo tirando de las cuerdas con fuerza, intentando liberarme, pero es inútil, están demasiado apretadas. Mi cuerpo ya no resiste más esta posición. Los brazos ni siquiera los siento, están dormidos, como si no me pertenecieran.
Estoy exhausta. Quiero salir de este maldito lugar.
Sin poder evitarlo, las lágrimas comienzan a rodar por mis mejillas como si fuera una cascada. Lloro con desesperación, con rabia, mientras me muevo frenéticamente, jalando las cuerdas que me mantienen prisionera. Grito. Un grito desgarrador, salvaje, sale de lo más profundo de mi garganta cuando, una vez más, no logro liberarme. El dolor en mi pie se intensifica por el esfuerzo. Olvidé que lo tenía doblado. Ahora arde como si me lo estuvieran desgarrando desde dentro.
Agotada, dejo de forcejear. Es inútil... aunque parte de mí no quiere rendirse. Respiro con dificultad. Mis fosas nasales están obstruidas por tanto llanto. No puedo ni aspirar