Bajo la mirada de todos, fingí una sorpresa total y le pregunté:
—Bruna, ¿es verdad lo que estás diciendo? ¿La doctora Castro y Sergio eran amantes? ¿Me fue infiel?
Mi suegra, se dio cuenta que había metido la pata, se mordió los labios frustrada. Luego contestó de mala gana:
—Sergio ya está muerto, ¿qué sentido tiene hablar de esto ahora?
"¿Esta vieja cree que puede zafarse tan tranquila este asunto con una simple frase? ¡De ninguna manera!", pensé. Hice como si acabara de caer en la cuenta que fui engañada y empecé a lamentarme indignada:
—O sea que Sergio nunca tuvo cáncer... ¿Fingió su muerte para fugarse con la doctora Castro? Por eso lo del episodio del río y después lo del cáncer terminal... Si me hubiera dicho la verdad sobre su infidelidad, yo no me habría negado al divorcio, no hacía falta llegar en realidad a estos extremos.
En ese momento, cuando todas las cámaras me enfocaron, solté otra impactante bomba:
—Con razón hizo un testamento tan peculiar, ¡nombrándome única hered