Las pruebas de la vida

—¿Entonces crees que debo aceptar? —preguntó él viéndola a los ojos.

—¿Crees que el águila renunciaría a volar sobre la montaña? —preguntó a su vez ella sin dejar de verla— o ¿crees que el búfalo renunciaría a su ferocidad?

Kenay, ya no le respondió, simplemente la estrechó entre sus brazos y le dijo que la amaba más que a nada en la vida que, sin ella, nada tenía sentido en su existir.

Esa misma noche, vestido con las galas de un gran guerrero, Kenay, abandonó su tipi y se encaminó al centro de la aldea, en donde varios guerreros danzaban y cantaban, acompañados por los tambores y por las flautas que le daban vigor a aquella ceremonia, que los había convocado.

Todos estaban enterados de su nombramiento y al verlo

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