Lo más difícil llega sin anunciarse

Sabía que la tribu estaba pasando hambres, los animales se habían escaseado en el bosque y ya no era posible cazar ni un conejo, el invierno llegaba más frío que otras veces y si no hacían algo pronto, comenzarían a enfermarse algunos.

Sobre todo, los niños que eran los que estaban más en riesgo, por eso era necesario que se iniciara una cacería que les permitiera traer toda la carne posible para alimentar a la tribu durante el par de meses que faltaban del invierno.

Dos días después de aquella intima plática en la intimidad, Aiyana, vio que Kenay, se metía al tipi y de inmediato supo que él iba orar a los dioses para que lo guiaran y lo llevaran por la senda correcta hacia la manada de búfalos:

—¡Oh gran espíritu! Wakantanka… cuya voz oigo en el viento y cuyo respiro da

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