La cena continuó sin más incidentes, aunque Ricardo lanzaba mirada de enfado a Gisela, que no le hizo caso. Había trasladado la mayoría de sus cosas fuera de la familia Fuentes y no planeaba volver.

Sebastián tosió de repente, haciéndole una seña con la barbilla antes de levantarse e ir al baño. Gisela, entendiendo que quería hablar, tomó su bolso y lo siguió. Al llegar al pasillo, vio a Nélida prácticamente arrojándose sobre Sebastián, fingiendo un tropiezo.

—Señor Sebastián, perdón —dijo Nélida, sin intención de apartarse—. Creo que me torcí el tobillo.

Sebastián no se movió. Nélida, más audaz, bajó su escote. —Siempre te he admirado. Quiero trabajar contigo en Nueva York. No seré la mejor, pero trabajo duro. Dame una oportunidad.

Gisela entendió por qué Nélida se ligó con Ricardo: usaba a Ricardo para acercarse a Sebastián.

—Señor Sebastián, daré todo lo que quieras si me dejas trabajar contigo —Nélida echó los brazos al cuello de Sebastián y sus labios rojos se acercaron.

Al segund