Brad caminaba con pasos pesados por el pasillo de su casa, con una bandeja de comida en las manos. El eco de la última conversación con su madre seguía retumbando en su mente. Sabía que ella estaba destrozada por lo que había pasado con Lula, pero no podía evitar sentir una profunda frustración a la vez. Fue él quién había hecho todo lo que había podido mientras ella siempre había rechazado su presencia allí, pero aún así, su madre lo culpaba a él. Al llegar a la habitación que estaba ocupando pues no se había ido desde ese día, golpeó suavemente la puerta antes de entrar para encontrarla sentada junto a la ventana, con la mirada perdida en el horizonte, el rostro pálido y demacrado, reflejando un cansancio profundo que iba más allá de lo físico. —Mamá, tienes que comer algo —dijo con suavidad, dejando la bandeja en la pequeña mesa junto a la cama. Pauline no respondió de inmediato. Sus ojos vacíos seguían fijos en un punto distante, como si estuviera atrapada en algún lugar lejano de