Unos meses antes... Lula bajó del jeep del centro de investigación con una sonrisa amplia y despreocupada. El olor a sal marina aún impregnaba su cabello, y la brisa cálida del océano le revolvía los mechones que se escapaban de su coleta. Había pasado el día sumergida en su pasión, trabajando con delfines y tiburones en el proyecto de preservación marina de Río. Como bióloga.marina, era el tipo de trabajo que amaba; y en ese lugar podía olvidarse del apellido Da Silva y de todo lo que implicaba ser parte de una de las familias más poderosas de Brasil. Allí, era simplemente Lula y nada más importaba. Caminó por el sendero de piedra que llevaba a la mansión familiar, el contraste entre la naturaleza libre y el lujo opulento se sentía abrumador como siempre. La imponente casa de su padre, una mezcla de arquitectura colonial y moderna, se alzaba frente a ella con sus columnas blancas y enormes ventanales que daban al jardín. A Lula siempre le había resultado irónico que un hombre con tan