Lula salió del avión, respirando el aire cálido y pesado de Río, el tipo de aire que parecía presionar contra la piel, sofocante y cargado de humedad. Apenas había puesto un pie en la escalerilla cuando Roberto apareció detrás de ella, caminando con esa calma arrogante que lo caracterizaba, como si estuviera en control de todo. Al fondo, el chofer esperaba junto a la limo negra reluciente, el reflejo del sol golpeando el metal, una representación más de los lujos que Lula siempre había odiado. —Es bastante práctico que no hayas traído equipaje, la verdad—comentó Roberto mientras ambos avanzaban hacia la limusina. La sonrisa en su rostro era casi burlona. Lula apretó los labios, el comentario le cayó como un puñal. Sabía que Roberto lo decía a propósito, para recordarle que se había ido de Estados Unidos con lo puesto y sin nada, y que eso le dolía y molestaba. Pero no iba a dejar que él lo supiera. Subió a la limo sin decir palabra, tratando de mantener la calma mientras sentía cómo l